Un
buen día, un sabio brahmán, Lahur Sissa, con el fin de enseñarle a
tratar debidamente a sus súbditos, buscó la forma de crear un juego
donde el rey, a pesar de ser la pieza principal, nada pudiera hacer sin la ayuda de los demás. Lo llamó, chaturanga y es el antepasado del ajedrez.
Sorprendido
por la ingeniosidad del chaturanga, Sirham dio su palabra a Sissa de no
martirizar más al pueblo y se comprometió a ofrecerle lo que pidiese.
Sissa, queriendo darle una nueva lección, pidió que le recompensase con
la cantidad de trigo que resultara de poner un grano en la primera
casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta y
así sucesivamente siempre doblando la cantidad.
El
soberano, estimando que el tablero tenía sesenta y cuatro casillas y
que la recompensa no excedería un saco de trigo, le concedió la
petición, tan modesta a primera vista.
Al
ordenar el rey calcular cuántos granos de trigo necesitaba para
satisfacer la petición de Sissa, los sabios encargados de tal misión,
tardaron varios días, incluso hicieron llegar desde tierras lejanas a un
sabio matemático, llegando a una conclusión:- " A pesar de tu poder y riqueza, no podréis suministrar tal cantidad de trigo. Incluso si vaciarais todos los graneros de su reino no podríais conseguir esa enorme cantidad de trigo"
- " Si quisieras satisfacer por completo esta recompensa, tendrías que ordenar secar los ríos, lagos, mares y océanos. Derretir las nieves y los hielos que cubren las montañas y algunas regiones del mundo. Por fin, después de transformarlo todo en campos de trigo, sembrar 73 veces seguidas el conjunto de esta superficie"
Aun teniendo en cuenta que antiguamente el mundo conocido era mucho más pequeño, no deja de ser algo asombroso.
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